“No, no es verdad. Eso es imposible!”

 Luke Skywalker

 

Los mecanismos de defensa, son mecanismos de pensamiento inconscientes que se activan automáticamente cuando la realidad choca con nuestras creencias, conductas y emociones, son mecanismos de la mente inconsciente que han evolucionado para proteger nuestra mente de esa colisión entre la realidad y nuestro mapa mental o construcción de la realidad.
En ocasiones nos protegen cuando un daño emocional es demasiado fuerte o traumático para soportarlo y en otras la burbuja de creencias nos protege de la incertidumbre de la realidad, da sentido a nuestra existencia, por eso cuando “la burbuja”, es decir, nuestras creencias, cuando se sienten amenazadas, aparecen nuestros mecanismos de defensa.
Ese conflicto mental también se le conoce como DISONANCIA COGNITIVA, nuestra conciencia intenta por todos los medios ser coherente entre los pensamientos, las creencias y las conductas, cuando no somos coherentes en nuestras conductas, la mente genera una narrativa que elimina la disonancia y la mente evita el conflicto interno, es ahí cuando aparecen los mecanismos de defensa.
Mientras más distorsionadas sean nuestras creencias, es decir, mientras menos coincidan con el mundo real de los hechos y la naturaleza, más conflictos internos tendremos y por ende más dolor y ansiedad.

Hasta aquí todo parece perfecto, disponemos de un sistema automático que nos protege de las agresiones del exterior, pero existe un problema. Cuando abusamos de ellos, no son funcionales psicológicamente hablando ya que lo único que hacen es autoengañarnos y esquivar el problema hasta la próxima vez, es decir, por mucho que nos empeñemos en ignorar al tigre, el tigre es real y nos comerá tarde o temprano. Por lo tanto, hasta que no aceptemos la existencia del tigre no avanzaremos hacía una mejor versión de nosotros mismos.
Conocer los mecanismos de defensa nos ayudará a reconocerlos cuando se activen y hacerlos conscientes, y por lo tanto poder controlarlos.
Existen diferentes mecanismos de defensa y se pueden clasificar en primarios y secundarios, en función del momento de su aparición en el desarrollo vital de la persona.

Cuando más primaria es una defensa más pertenece a una personalidad inmadura, más tiende a negar la realidad y por ello son menos funcionales, es el caso natural de los niños y los adolescentes donde su cerebro aún no ha madurado ni disponen de las vivencias necesarias para crear nuevas estrategias para afrontar los retos de la vida. Desgraciadamente por la deriva de la cultura en la sociedad también es cada vez más frecuente los mecanismos de defensa primarios en los adultos infantilizados que no han superado la adolescencia.
Cuando más secundarias son las defensas más tienden a pertenecer a una personalidad más madura, son más acordes con la realidad y por lo tanto más funcionales.

Cabe decir que los mecanismos de defensa forman parte de nuestra mente y de por sí no son negativos, sólo son patológicos o desadaptativos si abusamos de ellos sin control alguno.